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sábado, 2 de junio de 2012

Morning Passages

Aquella habitación estaba intacta, tal y como la había dejado. Sin embargo le faltaba el color que siempre solía tener, y ese olor, aquel olor de marzo y su primavera que tenía incluso en diciembre y su invierno. Olía a lluvia y a flores.
Se sentó en el borde de la cama, y apoyó las manos sobre la colcha. Sus dedos ásperos, y sus uñas destrozadas y mordidas se enganchaban con la tela. Las sábanas estaban llenas de quemaduras de cigarros que se habían apagado con los suspiros que llegaban junto a las madrugadas heladas de enero.

Creo que la última vez que estuvieron juntos en esa misma habitación fue en septiembre, cuando aún quedaba calor y no se necesitaban tanto el uno al otro. Sin embargo el tiempo pasó, pero no por aquella habitación, ellos se distanciaron en octubre y no se volvieron a ver. 
Cuando en noviembre empezó el frío ambos se echaron de menos, pero ninguno tuvo el suficiente valor de ir a buscarse. Ella se quedaba los días sentada en un sofá color crema frente a un cuaderno en el cual en la portada se leía 'Lo que quise decir y no pude'. Junto a ese cuaderno estaba su teléfono móvil, ansiaba una llamada suya, esperaba y esperaba como quien espera que pronto llegue julioagosto a recordarnos como es el calor no humano. 
Mientras tanto él, releía novelas antiguas y escuchaba todos los discos aún con polvo que se encuentran en aquella habitación. Soñaba que llamaban a la puerta y que era ella, pero cuando se acercaba desaparecía como los días perdidos de febrero que nadie sabe en donde están. Su esperanza se alejó, pero tampoco fue a buscarla.

Aquella habitación guarda luces y flases, colores y sonrisas. Y cuando él, en mayo, solo, subió la persiana y dejó entrar diminutos rayos de sol, intentó fingir que era feliz, pero las lágrimas cayeron como gotas de lluvia en abril dejando al descubierto todo su dolor, ahogando las sábanas en las que fueron tan felices por las noches. 
Se quitó los zapatos rotos y se recostó en la cama de ambos, no soñando sino recordando cada estúpido día que dio su vida por ella. 


Durmió, pero ni el mismísimo junio pudo despertarlo jamás.

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